Los gatos se han unido al ser humano y sus formas de vida desde los inicios de la civilización. A lo largo de la historia han desarrollado capacidades sociales con nosotros. Al parecer, fue en Egipto donde la agricultura, además de fortalecer y convertir a un pueblo en una civilización, permitió el encuentro entre nuestra especie y la Felis silvestris catus. Desde entonces, el gato ha debido aprender a convivir con humanos. Y en esa convivencia, por ejemplo, se dio cuenta que puede llamar la atención de los humanos mediante los maullidos para pedir comida o que le abran una puerta, u otro tipo de peticiones que aún ruego por entender de mi gatita, sobre todo si son las 3 am. Sin embargo, su grata y paciente compañía vale el esfuerzo por comprender su manera comunicarse y de entender el mundo.
Su infancia es corta. Mientras un bebé humano de un mes no puede desplazarse por sus propios medios, un gatito de la misma edad ya se encuentra explorando el mundo; a los cinco meses ya habrá abandonado su “niñez”. A partir de entonces irán perfeccionando sus habilidades felinas como la caza, y sociales, como el tacto. Es por esta razón que los primeros meses de vida son fundamentales para el desarrollo de la capacidad de establecer vínculos con los Homo sapiens.
Hay rasgos particulares de la familia felina -los Felidae- que identificamos en los gatos, tales como su manera de moverse, su capacidad de cazar, su tipo de alimentación y su independencia. A la vez, éstos tienen unas características físicas que los hacen únicos. Sus músculos están preparados para reacciones explosivas y precisas, su constitución ósea es elástica y resistente; su fisionomía le permite balancear muy bien su cuerpo. Imagina que eres un gato: con sus condiciones físicas podrías saltar a una altura de tres metros de altura sin mayor esfuerzo, sin calentamientos, ni estiramientos, ni un entrenamiento exigente preliminar. Si contaras con estos “súper poderes” sería una lástima no encontrar oportunidad para ponerlos en práctica, así fuera mediante el ejercicio. Por ello es importante que les demos soporte incentivando sus destrezas.
Nuestros amiguitos, los Felis catus, conservan las características y capacidades físicas que les permitieron abrirse paso evolutivamente como la familia Felidae -que son todos los félidos o felinos-. Dicho “linaje animal”, nos remonta once millones atrás cuando el antecesor de todos los felinos que hoy existen, denominado Pseudaelurus, deambulaba por las estepas del Asia Central. Desde allí, y con el pasar de varios millones de años, la especie migró hacia África y América, extinguiéndose, pero a la vez dando paso a nuevas especies felinas, entre ellas las que existen a día de hoy. Pumas, caracales, panteras, servales, leones, tigres, jaguares, gatos monteses, linces, leopardos, entre muchos otros, provienen del Pseudaelurus. Sin embargo, posterior a esta migración preliminar, el género Felis, al cual pertenecen nuestros gatitos domésticos, se desarrolló en América del Norte, y luego migró a Asia donde se esparció hacia África y Europa, en un proceso evolutivo que arrojó especies como la Felis margarita o gato del desierto, la Felis silvestris o Gato montés euroasiático, y nuestros Felis catus o Gato doméstico.
Estos tiernos compañeros de nuestras vidas han viajado desde las estepas de Asia central, han cruzado continentes, y a nuestro lado nos deleitan con sus “súper poderes”, con sus movimientos y ronroneos. “Amor Felino” es nuestro vínculo, nuestra aceptación mutua, un lazo entre especies que debemos fortalecer día a día.
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