Abbi en Mí!

Recuerdo que cuando nos topamos tenía mes y medio de nacida, según el veterinario que luego la revisó. Ella estaba mojada y con frío después de un aguacero en una noche de abril. No le importó que yo estuviera con Martin y Sarita, mis perritos, así que, cruzando la calle, llegó a mí. 

 

En el momento no supe qué hacer pues nunca había tenido gatos; de hecho y les tenía miedo por la imagen infundada y un poco atrevida que popularmente se tiene de ellos y que tiene que ver con la salud y comportamiento. Yo no estaba preparada; ni arena, ni comida apropiada, en fin, durmió a mi lado toda la noche, y mis peritos la amaron con el amor que merece un familiar entrañable.

 

Fue una decisión visceral, de esas que se toman con el corazón; me di cuenta de ello cuando no tener empleo fue la última de mis prioridades. Sin embargo, su llegada a casa hizo que mi amor por los gatos naciera y creciera infinitamente. Recibí el apoyo de amigos que me ayudaron como primeriza gatuna con indicaciones, exámenes y vacunas con quienes estoy muy agradecida.

 

Se portó muy bien en su primer año de convivencia. Le encantaba subirse en las cortinas, y en ausencia de gimnasio o juegos para estimularla, le construí sus propios juegos con cajas y cordones. 

 

Ella me enseñó a amar de una manera sin querer poseer. Todos tenemos una manera de amar, igual que los animalitos, y lo entendí a su lado. Ella me demuestra su afecto de manera diferente a los otros integrantes de mi familia, y a su manera, y a mi manera hemos afianzado un vínculo de afecto.

 

Siento gratitud por este ser que me escogió en una noche de abril; y que por cierto, se llama Abbi.

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